Antes era un miedo abstracto a las hormigas, a los caracoles y a las zarpas de los gatos -podían saltar cuando pasabas cerca- y miedo a los raptores del hijo del magnate italiano, y a quedarme sólo en una habitación oscura si se habían marchado todos ya. Antes era un miedo a la noche y a sus pesadillas, a los cuidadores enfadados de los elefantes del circo, y a las películas del sábado por la noche con pistolas y disparos y gente que caía al suelo malherida. Ahora no le temo a nada de eso, aunque el miedo no se fue y es mucho más concreto.
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Mer -
carlos g cano -