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la monja enana

La monja enana inspiraba a los poetas del pueblo. Esto siempre fue un secreto a voces, pero topo fue el último en enterarse. Para él era un enigma -la liturgia al servicio de la poética- tan difícil de resolver como saber hacia dónde va el agua del mar, como entender porqué Morientes se fué al Mónaco. La monja enana no miraba para ninguna parte, jamás dijo que hubiera estado ahí. Los que llegaron a verla tuvieron que agachar mucho la mirada para reconocerla. Cuentan cómo, en las noches de los fines de semana de otoño, en los bares de copas de la ciudad, sintieron como el anuncio de una presencia en el ambiente, como un halo de santidad. La monja enana, y es que ése era su nombre y por él se la conocía, daba todo sin esperar nada a cambio. Vamos todos juntos, gracias monja enana.

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